Viernes 28

 ¿Quién puede aconsejar con rectitud sobre la vocación de alguien?

HECHO:

Nadie puede atribuirse ningún tipo de exclusividad, o de infalibilidad, o de iluminaciones

especiales sobre el discernimiento de la vocación de los demás. Cada uno debe conocer y

reconocer sus limitaciones. Debe reconocer que solo colaborando todos, en el diálogo, en la

cooperación común, en la fe, como cooperadores de la Verdad, de la Verdad que es Jesucristo,

podemos llegar a la verdad de nuestra vocación.

Cuando alguien aconseja sobre la vocación de otro, no debe seguir sus propias opiniones, ni sus

propios deseos, sino que por encima de todo debe ayudar a averiguar el deseo de Dios. Nadie debe

asumir el papel de imponer sus propias ideas. El verdadero programa de un consejero vocacional es no

 hacer su propia voluntad, no seguir sus propias ideas, sino ponerse, junto con toda la Iglesia, a la

escucha de la Palabra y de la voluntad del Señor y dejarse conducir por Él.


MENSAJE:

Nadie puede asegurar o negar con rotundidad sobre el discernimiento de una determinada

vocación en otra persona. Pero sí puede ayudar en ese discernimiento. Puede realizar una labor de

acompañamiento espiritual que arroje luz en esa tarea personal de encontrar el camino que marca

Dios. Porque Dios tiene pensado algo para cada uno, y tiene pensado también un modo de

hacérnoslo saber, y da igual el modo por el que Dios siembre en nuestra alma esa inquietud.


MÁXIMA:

“Nadie puede pretender ser como un “oráculo” que responda de modo satisfactorio a todas las

cuestiones.” (Benedicto XVI)


COMPROMISO:

Hoy pediré consejo a mis padres, maestros y amigos, o a personas que considere sabias, sobre

mi vocación.


TOMA DE CONCIENCIA:

¿Fui inteligente y sensato para ayudarme con los consejos de quienes me merecen confianza y

autoridad moral?

¿Estoy consciente de que me pueden ayudar a reflexionar sobre cómo son mis disposiciones de

generosidad, o juzgar si tengo o no las condiciones necesarias para seguir un determinado camino?

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